Tradición y modernidad se mezclan la noche del 31 de octubre en la fiesta
popular más importante del otoño, donde se recuerda a los difuntos en la Noche de Todos los Santos.
Los catalanes celebran la Castanyada;
los gallegos y leoneses, el Magosto; los vascos, la Gaztainerre; los
asturianos, el Amagüestu, y los castellanos y extremeños, el Calbote. Las
celebraciones de la vigilia de Todos los Santos se extiende por otras zonas de
España y también en Sudamérica.
Las castañas asadas y el fuego de las hogueras con las que se ahuyentan a
los malos espíritus o las velas que recuerdan a los difuntos son los
denominadores comunes de estas celebraciones ancestrales convertidas con el
paso del tiempo en verbenas. Frente a ellas, cada vez arraiga más en nuestro
país la Noche
de Halloween, con sus fiestas de disfraces y sus calabazas iluminadas.
Sin embargo, hay que recordar el origen europeo de ambas celebraciones
entroncadas con la milenaria festividad celta del Samhain y la tradición
católica de Todos los Santos.
El consumo de castañas, boniatos o los panellets, en el caso
de Catalunya, acompañados de vino dulce o sidra durante la vigilia del 1 de
noviembre tiene un posible origen en la tradición de ofrecer estos alimentos
con muchas calorías a los campaneros que debían estar toda la noche de todos
los santos haciendo sonar las campanas de iglesias y conventos para recordar a
los vecinos que debían rezar por los difuntos.