El Papa Francisco nos llama a una
santidad en la vida corriente, en el trabajo, en la amistad, en la familia, en
la escuela y en las relaciones sociales. Una santidad que no ha de ser
perfeccionista ni individualista sino que se deja llevar y transformar poco a
poco por la gracia de Dios.
La santidad nos abre a Dios y a los demás. En ella
encontramos nuestra verdadera felicidad.
El Día de Todos los Santos se recuerda a todos los millones de personas que han llegado al cielo, aunque sean
desconocidos para nosotros, aquellos que han sido canonizados y propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida
cristiana. Los cristianos también recordamos en torno a esta festividad a nuestros fieles difuntos.
Hay muchas tradiciones que varían según los países, siempre relacionadas con el recuerdo de aquellos que se fueron.
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