Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. Mt 3, 1-12
Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» Este es el que anunció el Profeta Isaías diciendo: «Una voz grita en el desierto:“ Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.”
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
—«¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente?
Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Abrahán es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras.
Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede
más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.»
Estad alerta para no ser
sorprendidos - Mateo 24, 37-44
En aquel tiempo dijo Jesús a sus
discípulos: - Lo que pasó en tiempo de Noé, pasará cuando venga el Hijo del
hombre. Antes del diluvio la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en
que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los
llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del Hombre: Dos hombres
estarán en el campo: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; dos mujeres
estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Estad en vela,
porque no sabéis qué día vendrá vuestro señor. Comprended que si supiera el
dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no
dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso estad también vosotros preparados,
porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
EVANGELIO DIALOGADO
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO –
CICLO”A”
NARRADOR: Las personas a menudo
se olvidan de Dios, sus vidas se vuelven tristes, sin sentido. Ya no sueñan, ni
desean lo mejor: están cansados. Y por eso Jesús decía a sus discípulos:
JESÚS: ¿Recordáis lo que pasó en
tiempos de Noé?
NARRADOR: Jesús se refería a cómo
había poca gente que cumpliera con su obligación. No les gustaba trabajar, ni
estudiar. Eran mentirosos, ladrones, se peleaban, decían palabrotas. ¡Total, un
asco de personas! Jesús insistió:
JESÚS: ¿Y qué sucedió?
APÓSTOL 1º: Que cuando menos lo
esperaban... ¡Llegó el diluvio y se los llevó a todos!
NARRADOR: En efecto, sólo Noé y
su familia se portaban como es debido; ellos eran los únicos responsables. Por
eso, Jesús, les dijo a todos con energía:
JESÚS: Pues vosotros debéis hacer
lo mismo.
NARRADOR: Los apóstoles empezaron
a preocuparse y, uno tras otro, se preguntaron:
APÓSTOL 1º: ¿Es que vendrá otro
diluvio?
APÓSTOL 2º: ¿Y hemos de estar
pendientes siempre a ver si viene?
NARRADOR: Jesús, con paciencia,
les aclaraba todas las cuestiones y les dijo:
JESÚS: No he dicho eso, pero
debéis actuar y comportaros siempre como si llegase vuestro Señor.
NARRADOR: A los apóstoles les
resultaba todo aquello muy complicado. Por eso uno se atrevió a decir:
APÓSTOL 1º: Maestro, ¡nos pides
demasiado!
APÓSTOL 2º: Además... ¡Nosotros
somos pequeños y te seguimos!
NARRADOR: Jesús puntualizó y dijo
con energía:
JESÚS: Lo digo para todos:
pequeños y mayores... ¡Estad atentos! ¡Velad!
NARRADOR: Los Apóstoles veían lo
imposible que era estar siempre atentos, sin distraerse. Veían que con
frecuencia se descuidaban un poco de sus obligaciones. Jesús les alertaba y
decía:
JESÚS: Comprended que si supiera
el dueño de la casa a qué hora llega el ladrón, vigilaría y no se dejaría
robar. Así que ... ¡Vigilad!
NARRADOR: Los Apóstoles vieron
que Jesús hablaba bien en serio. Entendieron, que no tenían más remedio que
hacer lo que el Maestro mandaba: ¡Vigilar, estar despiertos! Y Jesús les
aclaró:
JESÚS: Yo os digo que podéis
cumplirlo, y que es la única manera para ser completamente felices.
NARRADOR: En el fondo, no es tan
mala cosa lo que les pedía. Hace que te mantengas despierto. Y así aprovechas
bien cada instante de tu vida. Plenamente convencidos comenzaron a proclamar
todos juntos, a una, con Jesús:
APÓSTOLES: ¡Mirad! ¡Vigilad! Pues
no sabéis cuándo es el momento.
Elaborado por: Fr. Emilio Díez
Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández
En aquel tiempo, las autoridades y el pueblo hacían muecas a Jesús,
diciendo: - A otros ha salvado; que se salve a sí mismo si él es el Mesías de
Dios, el elegido. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre
y diciendo: - Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había encima
un letrero es escritura griega, latina y hebrea: "Este es el rey de los
judíos". Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: - ¿No
eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros. Pero el otro lo increpaba:
- ¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es
justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha
faltado en nada. Y decía: - Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
Jesús le respondió: - Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.
Evangelio dialogado
Narrador: Hoy es la fiesta
de Cristo Rey del Universo. Es la historia de un rey que murió muy distinto a
los reinos de este mundo. Recordemos el momento:
Cuando crucificaron a Jesús, las autoridades y el pueblo se burlaban de él,
diciendo:
Niño1: A otros ha salvado,
que se salve a sí mismo si de verdad es el Mesías de Dios.
Niño 2: Eso es, que se
salve a sí mismo si es el Mesías de Dios, el Elegido.
Narrador: Se burlaban
también de él los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
Niños: Si eres tú el rey
de los judíos, sálvate a ti mismo.
Narrador: Había encima de
la Cruz un letrero en escritura griega, latina y hebrea: “ESTE ES EL REY DE LOS
JUDÍOS”.
Uno de los malhechores crucificados le insultaba diciendo:
Malhechor1º: ¿No eres tú
el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
Narrador: Pero el otro
malhechor le regañaba.
Malhechor2º: ¿Ni siquiera
tú, estando en el mismo suplicio, tienes temor de Dios?
Malhechor1º: Si es Dios...
¿por qué le han condenado como a nosotros?
Malhechor2º: Nuestra
condena es justa, recibimos el pago de lo malo que hicimos, pero éste no ha
hecho nada malo.
Narrador : Y dirigiéndose
a Jesús le dice:
Malhechor 2º: Jesús,
acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.
Jesús: Te lo aseguro: hoy
estarás conmigo en el paraíso.
Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández
Narrador: Ayer estuve en el templo de Jerusalén. Herodes
que lo mandó construir debió ser un tirano, según cuentan. Pero hay que
reconocer que hizo un buen trabajo con ese templo. ¡Es impresionante,
maravilloso, no hay otro igual!
Jesús: Es
verdad, amigos, es un gran trabajo; pero ese templo que tanto admiráis, será
destruido hasta que no quede piedra sobre piedra.
Narrador: Los discípulos reaccionaron con sobresalto y
alarma, y le hicieron a Jesús una lluvia de preguntas:
Discípulo: ¿Qué dices, Maestro? ¿Cómo va a ocurrir eso? ¿Cuál
será la señal de que eso va a suceder?
Jesús: Tened
cuidado, que nadie os engañe. Muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy;
pero no les sigáis .
Habrá noticias de guerras y revoluciones,
pero no tengáis miedo. Se alzará pueblo contra pueblo, reino contra reino.
Habrá grandes terremotos, hambre y epidemias; sucederán cosas espantosas y se
verán cambios en el cielo.
Narrador: El rostro de Jesús se había transformado y su
voz sonaba fuerte entre sus discípulos.
Jesús: A
los que me seguís, os perseguirán, os llevarán a la cárcel y ante los reyes y
gobernadores por causa mía. Así está escrito. Siempre os he dicho que seguirme
a mí no es fácil, pero yo estaré siempre con vosotros.
Discípulo: Mira, Jesús que tus discípulos somos pocos y no
tenemos medios para la defensa y estamos llenos de miedo.
Jesús: Yo
os daré palabras tan acertadas que nadie podrá contradeciros. Cada vez seréis
más y no tendréis miedo, porque yo estaré con vosotros. Estad tranquilos y sin
temor, porque ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Quiero decir que, con
vuestro testimonio y aguante, conseguiréis la Vida.
Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y
Fr. Javier Espinosa Fernández
Jesús recomienda a sus amigos que no se
dejen llevar por las personas que anuncian catástrofes, desgracias y tragedias.
Cuando oigáis que el momento final está cerca, no tengáis miedo ni os
angustiéis. Aunque paséis por momentos difíciles en los que os insulten,
persigan y os maldigan no perdáis la calma ni la confianza. Si os mantenéis
unidos a mí no tengáis ningún miedo.
Lectura del santo evangelio según san Juan 2,13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
La Solemnidad de Todos los Santos y también la memoria de los fieles difuntos es una llamada a la alegría y a la confianza, a sentirnos bienaventurados por tantos hermanos que nos precedieron y que disfrutan de la presencia amorosa de Dios. Al mismo tiempo, es una fiesta que supone todo un reto, como lo es vivir dese las bienaventuranzas. Como afirma Jesús Sánchez Adalid, “ser santo es ofrecer nuestra amistad incondicional y para siempre a quien se encuentra solo; no aceptar la violencia, el odio que despierta en nosotros la separación de los hombres con muros sociales, religiosos, raciales, nacionales…”. Gracias a Dios, tenemos miles y miles de ejemplos de buenos cristianos que trataron en su vida de colaborar humildemente en la construcción del Reino de Dios, sin darse ninguna importancia, amando con el esfuerzo de sus brazos y la alegría del corazón. Y lo más fuerte es que todos nosotros estamos llamados a la santidad, a participar en esa fiesta que no tiene fin. Sí, en nuestra vida cotidiana, de manera alegre, aunque esa “santidad” esté “cogida con pinzas”, como nos indica Fano en su sugerente dibujo. ¡Adelante!
Seamos santos porque Tú, Padre, eres santo y quieres que participemos de la extraña felicidad de tu Amor que ningún agua puede apagar.
En aquel tiempo dijo Jesús esta parábola por algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás: - Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el décimo de todo lo que tengo. El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquel no. Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Explicación
Para hablar con Dios debemos hacerlo con sencillez. Eso quiere decir Jesús cuando cuenta esta historia a sus amigos : Dos hombres fueron al templo a orar. Uno de ellos se puso muy adelante y dijo: Te doy gracias Dios, porque no soy como los demás, ladrones, mentirosos y tramposos. Yo pago los impuestos religiosos y cumplo con la ley del ayuno. El otro, escondido en el fondo del templo, decía : Oh Dios, perdóname que soy un pecador !. El primero no fue escuchado. El segundo sí. No se atrevía ni a levantar los ojos al cielo.
EVANGELIO DIALOGADO
Narrador: Entre los que se acercaban a Jesús a escuchar sus enseñanzas, había gente de toda clase, de distinta religión, ricos y pobres; y Jesús oía toda clase de conversaciones.
Publicano: Vosotros los fariseos sois unos creídos. Os creéis más que los demás, porque habéis estudiado. Unos orgullosos... eso es lo que sois.
Fariseo: A vosotros sí que no os quiere nadie. Mucha envidia es lo que tenéis. Sí, envidia porque somos más listos que vosotros y más buenos. Vosotros sois malos y pecadores, y no se puede hablar con vosotros.
Narrador: Este era el tono, que amenazaba proximidad de tormenta. La cosa se iba poniendo muy seria. ¡Eh! amigos, escuchad... ¡Eh! escuchad. Creo amigos que os va a venir muy bien, pero que muy bien, lo que dice Jesús. Escuchad, por favor.
JESÚS: Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo.
Narrador: Los fariseos eran personas que se sabían de carretilla la Ley de Moisés, y presumían de cumplirla al pie de la letra.
JESÚS: El otro era un publicano.
Narrador: Los publicanos se encargaban de cobrar los impuestos, que exigía Roma. Por eso el pueblo no les tenía cariño, y los fariseos los despreciaban... Pero, oigamos lo que dice Jesús.
JESÚS: El fariseo, en pie, en medio del templo, oraba así: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros. Tampoco soy como ese publicano. Yo ayuno dos veces por semana y entrego al templo una parte de todo lo que gano, como manda la ley.
Narrador: El otro, el publicano, se había colocado en un rincón del templo, de rodillas, sin atreverse a levantar la cabeza. Escuchemos...
JESÚS: El publicano oraba así: ¡Dios mío!, ¡Dios mío! ten compasión de mi porque soy un pecador.
Narrador: Y Jesús dirigiéndose a todos los que le escuchaban, les dijo:
JESÚS: Os digo, que el publicano volvió a su casa estando a bien con Dios y el fariseo no. Porque todo el que se cree importante será humillado y el que se humilla será importante ante Dios.
Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández