martes, 7 de mayo de 2019

IV Domingo de Pascua

En este Evangelio, Jesús es presentado por los primeros cristianos como un Pastor Bueno. Y lo es porque nos conoce, nos quiere, le seguimos y apreciamos su voz. Es más, sabemos que dio su vida por nosotros, y que allí donde vayamos, nos acompañará. Es un Pastor Bueno, porque se desvive por sus ovejas.



Cuarto Domingo de Pascua –C- (Jn 10, 27-30)
Narrador: Voy a contaros una conversación que mantuvo Jesús con un grupo de judíos en el Templo de Jerusalén durante la fiesta de la Dedicación.
Niño1: Yo conozco algunas fiestas judías, pero nunca oí hablar de la fiesta de la Dedicación. ¿Qué se celebraba en ella?
Narrador: Se celebraba la purificación del templo, que llevó a cabo Judas Macabeo allá por el año 164 antes de Cristo. Había sido profanado por Antíoco IV, rey de Siria, cuando conquistó Jerusalén.
Niño2: Los enemigos del pueblo judío debían de tener manía al Templo.
Narrador: El Templo representaba muchísimo para los judíos, pues su historia y su vida personal giraban en torno a él.
Niño1: ¿Y qué hicieron los que conquistaron el templo?
Narrador: Quitaron las costumbres judías e impusieron el culto a Júpiter Olímpico. Pero dejemos a un lado la historia y veamos lo que nos cuenta el Evangelio. Jesús se paseaba por el pórtico de Salomón, en el templo. Un grupo de judíos le rodeó y comenzaron a preguntarle.
Niño 1: ¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspense? ¿Eres tú el Mesías?
Niño 2: ¿Eres tú el que esperamos o tenemos que esperar a otro?
Jesús: Os lo he dicho y no me habéis creído.
Niño 1: ¿Quién da testimonio de ti? ¿Quién te respalda?
Jesús: Las obras que yo hago. Si no creéis en mí, creed en mis obras.
Niño 2: Todos obramos en este mundo por alguna razón. ¿En nombre de quién obras tú?
Jesús: En nombre de mi Padre que está en los cielos.
Judío1: ¡Eso no puede ser, estás mintiendo! ¡Cómo vas a ser tú Hijo de Dios! Ya ves que nosotros no creemos en ti.
Jesús: Porque vosotros no sois de mis ovejas.
Judío2: ¡Aclara eso, vamos, acláralo!
Jesús: Es fácil de entender. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
Niño 1: Nadie sigue a otro sin recibir nada. ¿Qué les das tú a tus ovejas?
Jesús: La vida eterna.
Niño 2: ¿Eterna? Seguro que esas ovejas pronto morirán. O cualquiera te las arrebatará de las manos. Es la ley de la selva, amigo.
Jesús: Ni perecerán, ni nadie las arrebatará de mis manos.
Niño 1: ¿Por qué estás tan seguro? ¿Quién te dio esas ovejas?
Jesús: Esas ovejas me las dio mi Padre.
Niño 2: ¿Y por qué no te las podemos quitar?
Jesús: Porque nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre, ya que Él es más que todas las cosas.
Niño 1: ¿Qué relación tienes tú con el Padre? ¿Tan unido estás a él?
Jesús: Amigos, yo y el Padre somos uno.

Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández




1 comentario: