miércoles, 5 de junio de 2019

Pentecostés


El Espíritu, regalo del Padre, lo inunda todo, lo envuelve todo, lo invade todo para que no triunfe el desánimo, la indiferencia o la falta de coraje en aquello que hemos de llevar adelante.
El Espíritu, memoria del Resucitado, está por todos lados -como las palomas del dibujo-. No estamos huérfanos, sino en la mejor de las compañías. Así es el Espíritu, con su suavidad, entra en nuestra escena cotidiana y nos eleva con su empuje, con su altura de miras.
¡Ven, Espíritu Santo, anima nuestras vidas!
¡Ven, Espíritu Santo, custodio de los pobres y amante de los pequeños!
¡Ven, Espíritu Santo, transforma nuestros corazones con el fuego de tu Amor!
Dibu: Patxi Velasco FANO
Texto: Fernando Cordero sscc




Evangelio dialogado
Domingo de Pentecostés –ciclo C- (Jn 20,19-23)
Narrador: Escuchad, amigos y amigas, voy a contaros lo que sucedió tras la resurrección de Jesús. Los discípulos estaban en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos.
Discípulo1: ¿Y qué habían hecho los judíos para tenerles miedo?
Narrador: Acusaron a Jesús falsamente y consiguieron que Pilato le condenara a morir en la cruz.
Discípulo2: Y los discípulos temían que se les acusara también. ¡Qué cobardes!
Narrador: ¿Qué haríamos en su lugar? Jesús era su fuerza y su refugio. Además ellos soñaban con un Mesías victorioso. De hecho, lo abandonaron todo por seguirle, y ¡menuda decepción! Sin embargo, escuchad: Ha anochecido, es el día primero de la semana… Y de repente una voz les sorprende y les dice:
Jesús: ¡Paz a vosotros!
Discípulos: Es el Maestro, es el Señor… ¡Ha resucitado!... no es posible.
Jesús: No tengáis miedo. Mirad mis manos, mirad mi costado. Soy yo, Jesús, el Maestro.
Discípulo1: ¡Qué bien, Maestro…, has vuelto Jesús!
Discípulo2: Tu presencia nos anima y reconforta, ¡ya no tenemos miedo! ¡Qué alegría tenerte aquí!
Discípulo1: Sí, sí, qué alegría. Gracias por acordarte de nosotros.
Jesús: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo.
Discípulo2: Perdona, Maestro...pero... ¿para qué queremos nosotros a ese Espíritu?
Discípulo1: ¡Claro!, alguien tendrá que ayudarnos... iluminarnos... guiarnos y... cambiarnos por dentro ¿no crees? … ¡Falta nos hace!
Narrador: Y Jesús queriendo darles confianza y ánimo, les dice:
Jesús: A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados y a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández


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