lunes, 28 de marzo de 2022

Evangelio Domingo 3 de abril

La mujer pecadora - Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los letrados y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: - Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La Ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices? Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: - El que esté sin pecado, que tire la primera piedra. E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último. Y quedó solo Jesús, y la mujer en medio, de pie. Jesús se incorporó y le preguntó: - Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado? Ella contestó: - Ninguno, Señor. Jesús dijo: - Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.

Explicación

Jesús tuvo enemigos que procuraban dejarle en ridículo y, siempre que podían, le ponían zancadillas, para verle por los suelos. Un día le llevan a una mujer casada a quien pillaron por sorpresa manteniendo relaciones íntimas con otro hombre, distinto de su marido. Por su mal comportamiento la podían condenar a morir apedreada, según la Ley de Moisés. Y por eso le preguntan a Jesús : ¿Cuál es tu opinión? ¿Qué dices de esto? Y Jesús contestó: El que de vosotros esté sin pecado, que tire la primera piedra contra ella. Nadie dijo nada. Y todos se fueron marchando, poco a poco, hasta quedar solos la mujer y Jesús. Jesús libró a la mujer de morir y además hizo comprender que nadie debe matar a otro pensando que así arregla algo. ¡Qué majo Jesús, que suspendió la pena de muerte contra esta mujer! Por cierto, ¿no os habéis preguntado nunca dónde estaría el varón con el que pillaron a esta mujer teniendo relaciones íntimas?. Ese trato distinto al hombre y a la mujer a Jesús no le gustaba ni un pelo. A vosotros, ¿qué os parece?

Evangelio dialogado

5º Domingo de Cuaresma “C”. Evangelio según Juan 8,1-11

Narrador: Jesús se fue orar al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.

Niño 1: Jesús, ¿qué sucede? Viene hacia aquí mucha gente y traen cara de pocos amigos.

Jesús: No te preocupes. Estos maestros de la ley y fariseos solo quieren que se cumpla la ley y no se fijan en lo que la gente sencilla necesita.

Narrador: Los maestros de la ley y los fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen a Jesús:

Fariseo: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida cometiendo el pecado de adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?»

Narrador: Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:

Jesús: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.»

Narrador: E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.

Niño 1: Jesús ¿qué sucede? Se están marchando todos. ¡Y me estoy dando cuenta que los que primero se van son los más viejos!

Narrador: Y Jesús se quedó solo con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo:

Jesús: Mujer, ¿dónde están los que te condenaban? ¿Te ha condenado alguien?

Mujer: Nadie, Señor.

Jesús: Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.

Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández


domingo, 20 de marzo de 2022

Evangelio Domingo 27 de marzo

DOMINGO 4º DE CUARESMA-C- (Lc 15,1-3. 11-32)

Narrador: En aquel tiempo se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle, y los fariseos y los letrados criticaban a Jesús porque acogía a los pecadores y... ¡hasta comía con ellos! Entonces, Jesús les contó esta parábola:

Jesús: Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre:

Hijo menor: Padre, dame la parte de la herencia que me toca, pues quiero vivir mi vida.

Padre: ¡Hijo! ¿Lo has pensado bien?

Hijo menor: Sí y quiero que me des lo que me corresponde.

Padre: ¿Es que te falta algo a nuestro lado? ¿No tienes lo que necesitas?

Hijo menor: ¡No! Quiero salir de aquí y vivir mi vida, hacer lo que me da la gana. ¿Te enteras?

Padre: Está bien, hijo, si ese es tu deseo...

Narrador: El padre les repartió los bienes. No muchos después, el hijo pequeño, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano. Allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Hijo menor: ¿Quién quiere divertirse? ¡Venga, animaos! ¡Tengo mucho dinero! ¡Mirad, mucho dinero!

Amigote1: ¡Aquí estamos, amigo! Compartiremos tu alegría.

Amigote2: Vamos a divertirnos. ¡La vida es tan corta!

Narrador: Vino entonces por aquella tierra un hambre terrible, el dinero se había terminado, y empezó a pasar necesidad.

Hijo menor: ¡No me queda nada! ¡Lo he gastado todo con vosotros!

Amigote1: ¿Y a mí qué me dices? Ya tengo bastante con mis problemas.

Hijo menor: ¡Tienes que ayudarme! Estoy solo y lejos de mi casa.

Narrador: Tanto le insistió a un habitante de aquel país, que le mandó a cuidar los establos.

Amigote2: Está bien, puedes cuidar mis cerdos. Pero...¡cuidado con comerte sus algarrobas! Quiero a mis cerdos bien gordos.

Hijo menor: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan y yo aquí me muero de hambre! Me pondré en camino a donde está mi padre, y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.

Narrador: Se puso en camino a donde estaba su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y echando a correr se le echó al cuello y se puso a besarlo.

Hijo menor: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo.

Padre: Sacad enseguida el mejor traje y las mejores sandalias para mi hijo. Matad el ternero cebado. Celebraremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.

Narrador: Y empezaron el banquete. El hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver a casa vio el jaleo de la fiesta y oyó la música, los criados estaban muy atareados y no entendía lo que pasaba.

Hijo mayor: ¿Qué pasa? ¿Dónde vais tan deprisa? ¿Qué música es ésa?

Criado: Ha vuelto tu hermano y tu padre nos ha mandado preparar una fiesta. Tu padre está muy contento porque tu hermano ha vuelto sano, y ha mandado matar el ternero cebado.

Padre: ¡Entra, hijo, entra! Tu hermano ha regresado.

Hijo mayor: ¡No!

Padre: ¿Por qué? ¿Es que no estás contento?

Hijo mayor: ¡Cómo voy a estarlo! Siempre te he servido, nunca te desobedecí y jamás me diste un cordero para comerlo con mis amigos. Y a este hijo tuyo que lo ha malgastado todo, le das el ternero cebado.

Padre: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.

Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández



Italia: Rafael Sanzio, Madonna Sixtina

Con estas imágenes os enseñamos una pequeña muestra del trabajo realizado en las clases de Religión dentro del proyecto de Italia de este trimestre. ¡Ha sido muy divertido y hemos aprendido mucho!















lunes, 14 de marzo de 2022

Evangelio Domingo 20 de marzo

EVANGELIO DIALOGADO - PARÁBOLA DE LA HIGUERA

Evangelio según San Lucas (Lc 13,1-9)

NARRADOR: Se acercaron a Jesús algunos de sus amigos para explicarle el mal comportamiento de los galileos. Jesús les contestó con una parábola, la parábola de la higuera.

Jesús: Queridos amigos, los galileos no eran peores que los demás. Todos debéis convertiros y mejorar en algo...¡o en mucho! Nadie es perfecto. Os lo explicaré con una parábola. Escuchad:

Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.

Amo: Amigo, te encargué que cuidaras mi viña y también la higuera.

Viñador: Eso hago, Señor.

Amo: Ya lo sé, pero llevo tres años viniendo a buscar fruto y nunca encuentro. Así que creo que debes cortar la higuera, pues no sirve para nada.

Viñador: Señor, déjala todavía este año. Yo cabaré alrededor y le echaré abono a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré.

Jesús: ¿Entendéis lo que quiero decir? Esforzaos por dar frutos de buenas obras, ahora que todavía estáis a tiempo.

Narrador: Jesús espera de sus amigos que no se den nunca por satisfechos en el intento por ser cada día mejores. El corazón necesita hacerse mejor, y con él, cada persona. Algo parecido a lo que ocurre con los árboles frutales, que deben dar frutos nuevos y ricos en cada temporada. Y no les debe bastar con haber dado cosecha el año anterior.




lunes, 7 de marzo de 2022

Evangelio Domingo 13 de marzo

Transfiguración del Señor - Lucas 9, 28b-36

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña, para orar. Y mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecieron con gloria; hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y espabilándose vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: - Maestro, ¡qué hermoso es estar aquí! Haremos tres chozas: una para tí, otra para Moisés y otra para Elías. No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: - Este es mi Hijo, el escogido; escuchadle. Cuado sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto

Explicación

Cuando en la vida nos vengan momentos difíciles, que nos parezcan insuperables y que terminan con nosotros, no olvidemos que Jesús venció todo mal, incluso el de su muerte. Dios Padre le resucitó y le concedió toda la plenitud, toda la vida y toda la hermosura. Y Jesús quiso que, eso mismo, lo supieran sus amigos, quienes poco tiempo después le verían insultado, perseguido, apresado y condenado a morir, como si fuera un malhechor. Para que no se derrumbaran por la pena y el desánimo, les llevó al monte Tabor y ante ellos se transformó. Ese que vieron lleno de luz y pleno de blancura, es el que en la cruz parecía tener su destino último. No os desaniméis. Al final vence siempre la vida, el cariño, la verdad.

Evangelio dialogado

Narrador: En aquel tiempo, Jesús llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a lo alto de una montaña, para orar.

Pedro: Maestro, ¡menuda caminata!

Jesús: No te quejes, Pedro, este lugar es hermoso para orar.

Juan: Desde luego, pero hay lugares hermosos un poco más abajo. ¡Llevamos horas andando!

Jesús: ¡Vale, Juan, vale! Descansad un poco mientras voy a orar con mi Padre.

Narrador: Jesús oraba y el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de lo blancos que eran.

Santiago: El Maestro ha tenido una buena idea, creo que me echaré una siestecita.

Juan: Yo haré lo mismo, Santiago, no quiero ni pensar en la bajada.

Pedro: No entiendo cómo el Maestro tiene fuerzas para rezar ahora.

Narrador: De repente dos hombres conversaban con Jesús: eran Moisés y Elías rodeados de la gloria del cielo.

Moisés: Ha llegado la plenitud de los tiempos. Tu sacrificio está próximo, Jesús, con él nacerá un orden nuevo.

Elías: Un orden basado en el amor y en la fraternidad universal de la sociedad, en el perdón y en la justicia divina.

Moisés: Un orden en el que la persona es el valor supremo de la sociedad. Pero para que la nueva sociedad aparezca, tú has de morir...crucificado en Jerusalén.

Elías: Así, lo ha dispuesto el Padre.

Jesús: No es un mensaje grato de escuchar, aun así...¡que se haga la voluntad del Padre!

Narrador: Pedro y los compañeros, espabilándose del sueño, vieron su gloria, y a los dos hombres que se alejaban. Y Pedro dijo a Jesús:

Pedro: ¡Maestro, Maestro, qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías!

Narrador: Todavía estaba hablando, cuando una nube los envolvió. Se asustaron los discípulos. Una voz desde la nube decía: “Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle!

Jesús: Vamos para abajo, los demás nos están esperando.

Narrador: Los discípulos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández