viernes, 24 de marzo de 2023

Semana del cómic

Aquí os mostramos nuestra pequeña aportación a la semana de cómic.

La oración en el huerto

Alicia, de cuarto, es cofrade en Binéfar. En su cofradía acompaña el paso de la oración de Jesús en el huerto. Nos ha explicado muchas cosas interesantes sobre las procesiones de Semana Santa en Binéfar.




lunes, 20 de marzo de 2023

Evangelio Domingo 2 de abril

Pasión de Jesucristo - Evangelio para niños - Mateo 26, 26,14-27,66

... Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir "la calavera") le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza pusieron un letrero "Este es Jesús, el Rey de los judíos". Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza: -Tú que destruías el Templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz. Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo: -A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto le quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios? Hasta los bandidos que estaban crucificados con él le insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó: -Elí, Elí, lamá sabaktaní. (Es decir: -Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?) Al oírlo algunos de los que estaban por allí dijeron: -A Elías llama éste. Uno de ellos fue corriendo; en seguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían: -Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu. Entonces el velo del templo se rasgó  en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que el resucitó salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados: -Realmente este era Hijo de Dios.

Explicación

Este día comienza la Semana Santa en la que recordamos los últimos momentos de la vida de Jesús, nuestro amigo. Si la comunidad cristiana es una familia de seguidores de Jesús, con esa familia debemos reunirnos para revivir juntos la última cena de Jesús el día de Jueves Santo. El arresto, la condena injusta y la muerte de Jesús, el día de Viernes Santo, y, por fin, su resurrección, en la Vigilia Pascual. Toda esta semana empieza el Domingo de Ramos. Con ramos y palmas en nuestras manos aclamamos a Jesús, diciendo: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!, y le acogemos con la intención de compartir con él toda la Semana Santa. Muchos la pasarán de vacaciones, pero no debemos olvidar todo lo que Jesús hizo por nosotros y acompañarle en las celebraciones que todas las comunidades cristianas preparan para estos días santos.

Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

lunes, 13 de marzo de 2023

Evangelio Domingo 26 de marzo

Resurrección de Lázaro - Juan 11, 1-45

En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro le mandaron recado a Jesús, diciendo: - Señor tu amigo está enfermo. Jesús al oírlo dijo: - Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos: -Vamos otra vez a Judea. Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: - Señor si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Jesús le dijo: - Tu hermano resucitará. Marta respondió: Sé que resucitará en la resurrección del último día. Jesús le dice: - Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella le contestó: - Si, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo. Jesús muy conmovido preguntó: - ¿Dónde lo habéis enterrado? Le contestaron: - Señor, ven a verlo. Jesús se echó   a llorar. Los judíos comentaban: - ¡Cómo lo quería! Pero algunos dijeron: -Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste? Jesús sollozando de nuevo, llegó a la tumba (Era una cavidad cubierta con una losa.) Dijo Jesús: - Quitad la losa Marta, la hermana del muerto, le dijo: -Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días. Jesús le dijo: - ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la losa, Jesús, levantando los ojos a lo alto dijo: - Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado. Y dicho esto, gritó con voz potente: -Lázaro, ven afuera. El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: -Desatadlo y dejadlo andar. Y muchos judíos que habían venido a casa de María al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Explicación

Hoy vemos como gracias a Jesús se da la victoria de la vida sobre la muerte. Jesús recibe el recado de que su amigo Lázaro está enfermo y dos días después va a verlo, pero cuando llegó ya había muerto hacia cuatro días. Jesús, que lo quería mucho fue llorando, con Marta la hermana de Lázaro hasta la tumba. Entonces oro al Padre dándole gracias y después grito: ¡Lázaro ven afuera! Y Lázaro resucitó.

Evangelio dialogado

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA – “A” (Jn. 11, 1-45)

NARRADOR: En aquel tiempo las hermanas Marta y María le mandaron a Jesús diciendo: Tu amigo Lázaro está muy enfermo.

JESÚS: Esta enfermedad no acabará con la muerte. Servirá para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

NARRADOR: Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro, pero se quedó todavía dos días en donde estaba, terminando lo que tenía que hacer. Sólo después se encaminó hacia Judea. Y les dijo a los discípulos:

JESÚS: Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo.

DISCÍPULO: Señor, si duerme, se salvará, se pondrá bien.

JESÚS: Lázaro ha muerto. Ahora vamos a su casa, y me alegro que me acompañéis, para que veáis el poder de Dios y creáis.

NARRADOR: Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba cuatro días enterrado.

MARÍA: ¡Maestro, Maestro! ¿Cómo no has venido antes?

MARTA: Si hubieras estado aquí, ahora estaría vivo, no le habrías dejado que muriera. Pero yo sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.

JESÚS: Tu hermano resucitará.

MARTA: Sé que resucitará en la resurrección del último día.

JESÚS: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto?

MARTA: Sí, Señor. Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. El que tenía que venir al mundo.

JESÚS: ¿Dónde le habéis enterrado?

MARÍA: Aquí cerca. Ven a verlo.

NARRADOR: Jesús se echó a llorar, y la gente comentaba: ¡cómo le quería! Otros murmuraban: ¿no podía haber impedido que muriera éste? Jesús sollozando llegó a la tumba y dijo:

JESÚS: ¡Quitad la losa!

MARTA: Señor, huele mal. Lleva ahí cuatro días.

JESÚS: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?

NARRADOR: Los judíos se dispusieron a quitar la losa. Jesús, ante el pueblo, levantó los brazos al Cielo en oración:

JESÚS: Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que Tú me escuchas siempre, pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que Tú me has enviado.

NARRADOR: Y dicho esto, gritó con voz potente:

JESÚS: ¡Lázaro...! ¡Sal fuera!

NARRADOR: El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario.

JESÚS: Desatadlo y dejadle andar.

NARRADOR: Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en Él.

Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández 

 

 

sábado, 11 de marzo de 2023

Evangelio Domingo 19 de marzo

Curación del ciego de nacimiento - Juan 9, 1-41 – Cuarto Domingo de Cuaresma

En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Jesús escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: -Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: -¿No es ése el que se sentaba a pedir? Unos decían: - El mismo Otros decían: No es él, pero se le parece. El respondía: -Soy yo. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo el barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: -Me puso barro en los ojos, me lavé y veo. Algunos de los fariseos comentaban: -Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. Otros replicaban: -¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos? Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: -Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos? Él contestó: -Que es un profeta Le replicaron: -Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros? Y lo expulsaron. Oyo Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: -¿Crees tú en el Hijo del hombre? Él contestó: - ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: -Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es. Él dijo: -Creo, Señor. Y se postró ante él.

Explicación

En una ocasión Jesús se topó con un ciego de nacimiento. Jesús hizo barro se lo untó en los ojos y le mandó lavarse. Él fue y volvió viendo. También en nuestro bautismo nos lavaron los ojos del alma para poder ver a Jesús y para creer en él. Por el bautismo tenemos la luz que nos ilumina en nuestro camino.

 

Evangelio dialogado

CUARTO DOMINGO DE CUARESMA – “A”(Jn. 9, 1-41)

NARRADOR: En aquel tiempo, al pasar Jesús vio un hombre ciego de nacimiento, que pedía limosna.

CIEGO: ¡Una limosna para este pobre ciego de nacimiento! ¡Por piedad, una limosna!

DISCÍPULO: Maestro ¿quién pecó, éste o sus padres para que naciera ciego?

JESÚS: Ni pecó éste ni sus padres. Es ciego para que todos sepan que yo soy la luz del mundo.

NARRADOR: Jesús llega hasta el ciego, se inclina, escupió en la tierra, hizo barro y se lo puso en los ojos.

JESÚS: Amigo, ve a lavarte a la piscina de Siloé.

DISCÍPULO: Maestro ¿en quién confía el ciego para obedecerte?

¿En ti o en la medicina?

JESÚS: Ha confiado en mí, eso le curará. Vámonos, que nos esperan.

NARRADOR: El ciego fue, se lavó y volvió con vista.

CIEGO: ¡Veo...! ¡Veo...! ¡Veo...! ¡Veo...!

NARRADOR: Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:

VECINO: ¿Es ése el que se sentaba a pedir? Se le parece mucho.

CIEGO: ¡Sí, sí, sí... soy yo!

VECINO: ¿Y cómo es que ahora ves?

CIEGO: Ese hombre al que llaman Jesús, hizo barro, me lo puso en los ojos, dijo que fuera a Siloé a lavarme, me lavé, y ya veo.

VECINO: ¿Dónde está él?

CIEGO: No lo sé.

NARRADOR: Los vecinos llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.

VECINO: Sacerdotes, Fariseos, hoy es sábado y un tal Jesús ha curado a este ciego de nacimiento.

SACERDOTE: ¿Cómo ha sucedido?

CIEGO: Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.

SACERDOTE: Si viniera de Dios guardaría el sábado. Todo el que diga que Jesús es el Mesías, será expulsado de la sinagoga ¿Y tú, ciego, que piensas de él?

CIEGO: Seguro que es un Profeta.

NARRADOR: El enfado de los sacerdotes iba a más. Veían que más y más gente creían en Él

SACERDOTE: Éste nos toma el pelo. ¡Llamad a sus padres!

PADRES: Sabemos que es nuestro hijo, y que nació ciego... Pero no sabemos quién le ha curado y por qué. Preguntádselo a él. ¡Ya es mayorcito!

SACERDOTE: Tú, ¡contesta! ¿Por qué ves ahora?

Confiesa que Jesús es un pecador.

CIEGO: Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé que era ciego y ahora veo.

SACERDOTE: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?

CIEGO: Os lo he dicho ya. ¿Es que queréis ser discípulos suyos?

SACERDOTE: ¡Eso lo serás tú! Nosotros somos discípulos de Moisés. A Moisés le habló Dios. Pero éste...

¿de dónde viene?

CIEGO: Vosotros decís que Dios no escucha a los malos, sino a los buenos. Si Jesús no viniera de Dios... ¡No podría hacer milagros!

SACERDOTE: Te crees muy listo, y estás lleno de pecado. ¡Fuera de la Sinagoga, fuera! ¡Ya no eres judío!

NARRADOR: Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:

JESÚS: ¡Oye, escucha! ¿Crees en el Hijo del Hombre?

CIEGO: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?

JESÚS: Lo estás viendo. Es el que habla contigo.

CIEGO: Creo, Señor.

JESÚS: Para un juicio he venido yo al mundo: para que los que no ven, vean y los que ven, se queden ciegos.

SACERDOTE: ¿También nosotros estamos ciegos?

JESÚS: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís que veis, vuestro pecado sigue ahí.

Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández


lunes, 6 de marzo de 2023

Evangelio Domingo 12 de marzo

Tercer Domingo de Cuaresma
Diálogo con la Samaritana - Juan 4, 5-42

En aquel tiempo llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: - Dame de beber. (Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le dice: - ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (porque los judíos no se tratan con los samaritanos). Jesús le contestó: -Si conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva. La mujer le dice: -Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados? Jesús le contesta: - El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna. La mujer le dice: -Señor, dame de esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén. Jesús le dice: - Créeme mujer, se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad. La mujer le dice: -Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga él nos lo dirá todo. Jesús le dice: - Soy yo: el que habla contigo. En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él. Así cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: -Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.

Explicación

De siglos venía la enemistad entre los judíos y los samaritanos; por eso, cuando vieron a Jesús hablando con una samaritana se extrañaron mucho. Pero Jesús, al hablar con la samaritana, les enseñó que para amar y adorar a nuestro Padre Dios, no hace falta ni se requiere un templo especial, porque Dios es espíritu, y es menester que le adoremos en espíritu y verdad, esto es. Desde el fondo de nuestro corazón.

Evangelio dialogado (Jn. 4, 5-42)

NARRADOR: En aquel tiempo llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era el mediodía, sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.

Llega una mujer Samaritana a sacar agua y, al ver a Jesús, se queda quieta (los judíos y los samaritanos no se hablan) con el cántaro en la mano.

JESÚS: Mujer, dame de beber.

SAMARITANA: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí que soy Samaritana?

JESÚS: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú y él te daría agua viva.

SAMARITANA: Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva? ¿Eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él, sus hijos y sus ganados?

JESÚS: El que bebe de esta agua vuelve a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca   jamás tendrá sed: El agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.

SAMARITANA: Señor, dame de esa agua: Así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.

JESÚS: Anda llama a tu marido y vuelve.

SAMARITANA: ¿Pero... si yo no tengo marido!

JESÚS: Tienes razón al decir que no tienes marido. Has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido.

SAMARITANA: Señor, veo que eres un Profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.

JESÚS: Créeme, mujer. Se acerca la hora en que ni en este monte, ni en Jerusalén daréis culto a Dios.

SAMARITANA: Es que...

JESÚS: Vosotros dais culto a uno que no conocéis, nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero, adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así.

SAMARITANA: Porque Dios es Espíritu, ¿verdad?

JESÚS: Y los que dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.

SAMARITANA: Sé que ha venir el Mesías, el Cristo. Cuando venga Él no lo dirá todo.

JESÚS: Yo soy: el que habla contigo.

NARRADOR: En esto llegaron los discípulos y se extrañaban de que estuviese hablando con una mujer, aunque ninguno le preguntó de qué hablaban.

La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: Venid a ver a u hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será acaso el Mesías? Y salieron del pueblo adonde estaba Él.

DISCÍPULO: Maestro, come...

JESÚS: Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra.

DISCÍPULO: ¿Qué quieres decir, Maestro? ¿Puedes aclarárnoslo con algún ejemplo?

JESÚS: ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la siega? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos. Ya están dorados para la siega. El segador ya está recibiendo el salario y almacenando fruto para la vida eterna; y así se alegran lo mismo sembrador que segador.

DISCÍPULO: Maestro, por eso tiene razón el proverbio que dice: uno siembra y otro   siega.

JESÚS: En efecto. Yo os enviaré a segar lo que no habíais sudado... otros sudaron y vosotros recogisteis el fruto de sus sudores.

NARRADOR: En aquel pueblo muchos creyeron en él, por el testimonio de la mujer.

SAMARITANO: Maestro, queremos escucharte. Quédate con nosotros.

NARRADOR: Jesús se quedó dos días. Creyeron muchos más por su predicación, y todos proclamaban:

SAMARITANO: Creemos que eres el Mesías, el Salvador del mundo.

Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández