miércoles, 18 de marzo de 2020

Evangelio del Domingo


Curación del ciego de nacimiento - Juan 9, 1-41 – Cuarto Domingo de Cuaresma
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Jesús escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo: -Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado). Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: -¿No es ése el que se sentaba a pedir? Unos decían: - El mismo Otros decían: No es él, pero se le parece. El respondía: -Soy yo. Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. (Era sábado el día que Jesús hizo el barro y le abrió los ojos.) También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó: -Me puso barro en los ojos, me lavé y veo. Algunos de los fariseos comentaban: -Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. Otros replicaban: -¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos? Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: -Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos? Él contestó: -Que es un profeta Le replicaron: -Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros? Y lo expulsaron. Oyo Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: -¿Crees tú en el Hijo del hombre? Él contestó: - ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Jesús le dijo: -Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es. Él dijo: -Creo, Señor. Y se postró ante él.


Explicación
En una ocasión Jesús se topó con un ciego de nacimiento. Jesús hizo barro se lo untó en los ojos y le mandó lavarse. Él fue y volvió viendo. También en nuestro bautismo nos lavaron los ojos del alma para poder ver a Jesús y para creer en él. Por el bautismo tenemos la luz que nos ilumina en nuestro camino.

Evangelio dialogado
CUARTO DOMINGO DE CUARESMA – “A”(Jn. 9, 1-41)
NARRADOR: En aquel tiempo, al pasar Jesús vio un hombre ciego de nacimiento, que pedía limosna.
CIEGO: ¡Una limosna para este pobre ciego de nacimiento! ¡Por piedad, una limosna!
DISCÍPULO: Maestro ¿quién pecó, éste o sus padres para que naciera ciego?
JESÚS: Ni pecó éste ni sus padres. Es ciego para que todos sepan que yo soy la luz del mundo.
NARRADOR: Jesús llega hasta el ciego, se inclina, escupió en la tierra, hizo barro y se lo puso en los ojos.
JESÚS: Amigo, ve a lavarte a la piscina de Siloé.
DISCÍPULO: Maestro ¿en quién confía el ciego para obedecerte?
¿En ti o en la medicina?
JESÚS: Ha confiado en mí, eso le curará. Vámonos, que nos esperan.
NARRADOR: El ciego fue, se lavó y volvió con vista.
CIEGO: ¡Veo...! ¡Veo...! ¡Veo...! ¡Veo...!
NARRADOR: Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
VECINO: ¿Es ése el que se sentaba a pedir? Se le parece mucho.
CIEGO: ¡Sí, sí, sí... soy yo!
VECINO: ¿Y cómo es que ahora ves?
CIEGO: Ese hombre al que llaman Jesús, hizo barro, me lo puso en los ojos, dijo que fuera a Siloé a lavarme, me lavé, y ya veo.
VECINO: ¿Dónde está él?
CIEGO: No lo sé.
NARRADOR: Los vecinos llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.
VECINO: Sacerdotes, Fariseos, hoy es sábado y un tal Jesús ha curado a este ciego de nacimiento.
SACERDOTE: ¿Cómo ha sucedido?

CIEGO: Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.
SACERDOTE: Si viniera de Dios guardaría el sábado. Todo el que diga que Jesús es el Mesías, será expulsado de la sinagoga ¿Y tú, ciego, que piensas de él?
CIEGO: Seguro que es un Profeta.
NARRADOR: El enfado de los sacerdotes iba a más. Veían que más y más gente creían en Él
SACERDOTE: Éste nos toma el pelo. ¡Llamad a sus padres!
PADRES: Sabemos que es nuestro hijo, y que nació ciego... Pero no sabemos quién le ha curado y por qué. Preguntádselo a él. ¡Ya es mayorcito!
SACERDOTE: Tú, ¡contesta! ¿Por qué ves ahora?
Confiesa que Jesús es un pecador.
CIEGO: Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé que era ciego y ahora veo.
SACERDOTE: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
CIEGO: Os lo he dicho ya. ¿Es que queréis ser discípulos suyos?
SACERDOTE: ¡Eso lo serás tú! Nosotros somos discípulos de Moisés. A Moisés le habló Dios. Pero éste...
¿de dónde viene?
CIEGO: Vosotros decís que Dios no escucha a los malos, sino a los buenos. Si Jesús no viniera de Dios... ¡No podría hacer milagros!
SACERDOTE: Te crees muy listo, y estás lleno de pecado. ¡Fuera de la Sinagoga, fuera! ¡Ya no eres judío!
NARRADOR: Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
JESÚS: ¡Oye, escucha! ¿Crees en el Hijo del Hombre?
CIEGO: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?
JESÚS: Lo estás viendo. Es el que habla contigo.
CIEGO: Creo, Señor.
JESÚS: Para un juicio he venido yo al mundo: para que los que no ven, vean y los que ven, se queden ciegos.
SACERDOTE: ¿También nosotros estamos ciegos?
JESÚS: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís que veis, vuestro pecado sigue ahí.
Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández





 


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