En este pasaje del Evangelio podemos imaginarnos perfectamente como era el día a día de Jesús: curaba a las personas de todo aquello que les hacía mal; también se retiraba a orar, a hablar con el Padre, porque sin la oración, sin el encuentro personal con el Padre todo lo que hacemos puede perder su sentido. Y también se dedicaba a predicar, a hablarles al mayor número de personas de lo bueno que es sentir la amistad de Dios, el amor incondicional que Dios nos tiene a cada uno de nosotros. |
viernes, 6 de febrero de 2015
Evangelio del Domingo
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