TERCER DOMINGO DE
PASCUA –C- (Jn 21, 1-19)
Narrador: En
aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de
Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Simón: Me voy a
pescar
Tomás: Espera,
Simón, voy contigo
Discípulos:
Nosotros también vamos
Narrador:
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya
amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla, pero los discípulos no
sabían que era Jesús.
Jesús: ¡Eh,
muchachos! ¿Tenéis pescado?
Discípulos: NO
Jesús: Echad la
red a la derecha de la barca y encontraréis.
Discípulo1:
Llevamos toda la noche y no hemos pescado un solo pez
Discípulo2: ¿Por
qué hemos de hacerle caso? Querrá burlarse de nosotros. Es una tontería
hacerlo.
Discípulo1:
Tiramos la red a ver qué pasa. El fracaso ya lo tenemos. Con intentarlo, no perdemos nada.
Simón: Una vez el
Maestro nos hizo una invitación parecida.
Discípulo2:
Probar no cuesta nada. Echémosla a ver qué ocurre.
Discípulos:
Venga, probemos.
Discípulo1:
¡Cuánto pesa! ¡Estirad, estirad fuerte la red!
Discípulo2:
Simón, aquel es el Señor
Simón: ¿Cómo? ¡Es
verdad!
Narrador: Simón
Pedro, al instante, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se
acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros,
remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra ven unas brasas con un
pescado puesto encima y con pan.
Jesús: Traed de
los peces que acabáis de coger
Simón: Aquí
tienes, Señor. ¡Y son muy grandes!
Jesús: ¿Habéis
pescado mucho?
Tomás: Yo calculo
que hemos pescado más de 150 peces grandes. Las redes estaban a rebosar. ¡Y no
se han roto!
Jesús: Vale,
venid a comer
Narrador:
Comieron pan y pescado asado. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntar
a Jesús quién era, porque sabían bien que era el Señor resucitado de entre los
muertos.
Después de haber comido, Jesús dice a Simón:
Después de haber comido, Jesús dice a Simón:
Jesús: Simón, ¿me
amas más que éstos?
Simón: Sí, Señor,
tú sabes que te quiero.
Jesús: Apacienta
mis corderos
Narrador: Y Jesús
vuelve a decirle por segunda y tercera vez a Pedro, que se pone triste:
Jesús: Simón, ¿me
quieres?
Simón: Señor, tú
lo sabes todo; tú sabes que te quiero.
Jesús: Apacienta
mis ovejas. Ahora, ven y sígueme.
Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier
Espinosa Fernández