domingo, 20 de marzo de 2022

Evangelio Domingo 27 de marzo

DOMINGO 4º DE CUARESMA-C- (Lc 15,1-3. 11-32)

Narrador: En aquel tiempo se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle, y los fariseos y los letrados criticaban a Jesús porque acogía a los pecadores y... ¡hasta comía con ellos! Entonces, Jesús les contó esta parábola:

Jesús: Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre:

Hijo menor: Padre, dame la parte de la herencia que me toca, pues quiero vivir mi vida.

Padre: ¡Hijo! ¿Lo has pensado bien?

Hijo menor: Sí y quiero que me des lo que me corresponde.

Padre: ¿Es que te falta algo a nuestro lado? ¿No tienes lo que necesitas?

Hijo menor: ¡No! Quiero salir de aquí y vivir mi vida, hacer lo que me da la gana. ¿Te enteras?

Padre: Está bien, hijo, si ese es tu deseo...

Narrador: El padre les repartió los bienes. No muchos después, el hijo pequeño, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano. Allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Hijo menor: ¿Quién quiere divertirse? ¡Venga, animaos! ¡Tengo mucho dinero! ¡Mirad, mucho dinero!

Amigote1: ¡Aquí estamos, amigo! Compartiremos tu alegría.

Amigote2: Vamos a divertirnos. ¡La vida es tan corta!

Narrador: Vino entonces por aquella tierra un hambre terrible, el dinero se había terminado, y empezó a pasar necesidad.

Hijo menor: ¡No me queda nada! ¡Lo he gastado todo con vosotros!

Amigote1: ¿Y a mí qué me dices? Ya tengo bastante con mis problemas.

Hijo menor: ¡Tienes que ayudarme! Estoy solo y lejos de mi casa.

Narrador: Tanto le insistió a un habitante de aquel país, que le mandó a cuidar los establos.

Amigote2: Está bien, puedes cuidar mis cerdos. Pero...¡cuidado con comerte sus algarrobas! Quiero a mis cerdos bien gordos.

Hijo menor: ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan y yo aquí me muero de hambre! Me pondré en camino a donde está mi padre, y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.

Narrador: Se puso en camino a donde estaba su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y echando a correr se le echó al cuello y se puso a besarlo.

Hijo menor: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo.

Padre: Sacad enseguida el mejor traje y las mejores sandalias para mi hijo. Matad el ternero cebado. Celebraremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.

Narrador: Y empezaron el banquete. El hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver a casa vio el jaleo de la fiesta y oyó la música, los criados estaban muy atareados y no entendía lo que pasaba.

Hijo mayor: ¿Qué pasa? ¿Dónde vais tan deprisa? ¿Qué música es ésa?

Criado: Ha vuelto tu hermano y tu padre nos ha mandado preparar una fiesta. Tu padre está muy contento porque tu hermano ha vuelto sano, y ha mandado matar el ternero cebado.

Padre: ¡Entra, hijo, entra! Tu hermano ha regresado.

Hijo mayor: ¡No!

Padre: ¿Por qué? ¿Es que no estás contento?

Hijo mayor: ¡Cómo voy a estarlo! Siempre te he servido, nunca te desobedecí y jamás me diste un cordero para comerlo con mis amigos. Y a este hijo tuyo que lo ha malgastado todo, le das el ternero cebado.

Padre: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.

Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández



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