lunes, 10 de octubre de 2022

Evangelio del Domingo 16 de octubre

EL juez inicuo y la viuda - Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a los discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: - Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario"; por algún tiempo se negó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara". Y el Señor respondió: - Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?

Explicación

Jesús nos pone un ejemplo para que comprendamos que la oración debe ser insistente, constante, habitual: En un pueblo había un juez injusto. Una mujer viuda iba cada día a decirle: ¡Hazme justicia contra quien me trata mal! Pero el juez no la hacía caso. No obstante, ella insistía y todos los días le pedía justicia. Por fin, el juez, cansado de la mujer, atendió su reclamación. Si habláis a vuestro Padre Dios cada día os hará justicia. No os canséis.

Evangelio dialogado

Narrador: En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo había que rezar sin desanimarse, les propuso una parábola.

Discípulo1: Maestro, enséñanos a orar. Nos has dicho muchas veces cómo hay que rezar, pero no da resultado.

Discípulo2: Yo empiezo a desilusionarme, ¿seguro que no te equivocaste al enseñarnos a rezar?

Jesús: Vale, os lo repetiré a ver si ahora queda claro. Para rezar debéis decir «Padre nuestro, que estás en el cielo...»

Discípulo1: ¡Eso, Jesús, ya lo sabemos! Lo hemos rezado así muchas veces.

Discípulo2: Pero Dios no nos escucha.

Jesús: Tenéis que seguir rezando ... ¡sin desanimaros! Sentaos aquí, os voy a contar una parábola: «Había una vez un juez en una ciudad que no tenía respeto a Dios ni a los hombres»

Discípulo1: ¡Menuda pieza, vaya caradura!

Jesús: «En la misma ciudad había una mujer viuda que lloraba ante el juez, diciendo:

Viuda: ¡Por favor, te lo ruego, hazme justicia frente a mi adversario!

Jesús: «Pero el juez se negaba una y otra vez, hasta que un día pensó:

Juez: Aunque no temo a Dios, ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando, le haré justicia, no sea que acabe por pegarme en la cara.

Jesús: «Fijaos en lo que le dice el juez injusto a la viuda»

Juez: Está bien, está bien. Anda, ven conmigo y te haré justicia.

Jesús: ¿Creéis que Dios no os escuchará a vosotros si le gritáis día y noche? ¿Va a daros largas?

Discípulo2: Entonces, ¿hay que insistir más y más, para que Dios Padre nos haga caso?

Discípulo1: ¡Pues ya verá el Padre Dios lo pesado que me pongo! ¿Seguro que nos escuchará?

Jesús: Seguro, y os hará justicia sin tardar.

Discípulo2: Es muy difícil pedir al padre con tanta fe

Discípulo 1: Además, nunca sabemos si él está de acuerdo con lo que le pedimos.

Jesús: Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe tan grande en la tierra?

Narrador: Si somos cristianos, debemos rezar siempre y mucho. Para que cuando veamos de nuevo a Jesús, al fin de los tiempos, podamos acogerlo y reconocerlo. Y él, seguro que se acordará de nosotros.

Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández 



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