Durante la Edad Media mejoró la economía, la población aumentó y comenzó a construirse. Las ciudades crecieron y en ellas aparecieron los talleres de artesanos que se agruparon por gremios (aquellos que desempeñaban el mismo oficio).
Los obispos, reyes y nobles les encargaban hacer obras de arte para decorar sus palacios y sus iglesias. Estos artistas venían de diferentes países y ciudades y muchas veces no firmaban sus obras por lo que aparecían como anónimas. Otros, sin embargo, eran mundialmente conocidos.
Los oficios muchas veces se heredaban y los talleres pasaban de padres a hijos trabajando juntos.
En los talleres medievales cada oficio se dividía en tres categorías:
Un ejemplo cercano lo tenemos en el pintor Blasco de Grañén y su discípulo Pedro García de Benabarre.
Los oficios muchas veces se heredaban y los talleres pasaban de padres a hijos trabajando juntos.
En los talleres medievales cada oficio se dividía en tres categorías:
Se encargaba de la dirección artística del taller. Se encargaba de las partes más importantes de las obras y supervisaba el trabajo de los oficiales y aprendices. Ser maestro suponía muchos años de estudio y de trabajo.
Era el especialista del taller: escultor, pintor, cantero, herrero, orfebre, tejedor .... Podía convertirse en maestro.
Servía al maestro y aprendía su oficio. Aunque no tenían un sueldo se les daba alojamiento, comida y ropa. Podían empezar con 6 o 7 años y prepararse durante muchos más.
Un ejemplo cercano lo tenemos en el pintor Blasco de Grañén y su discípulo Pedro García de Benabarre.
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